La comarca extremeña de la Serena recibió una vez más a las grullas invernantes.
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Su embalse, tras años de escasas lluvias, tiene muy reducido el volumen de agua, lo que por un lado permite que las grullas tengan más terreno para campear.
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Pero menos donde dormir porque los dormideros de estas aves están dentro del agua, es decir, las grullas pasan las noches en las aguas del propio embalse, donde se encuentran protegidas de posibles depredadores.
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El día que visité aquellas tierras el frío era intenso y el viento azotaba con mucha fuerza, algo que parecía no molestar a las grullas que seguían su rutina diaria.
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También los gansos del Nilo deambulaban en busca de su sustento como una mañana más.
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Las aves más pequeñas se movían pero con cierta dificultad, esta lavandera aguantaba a duras penas las envestidas del viento mientras picoteaba por aquí y por allá.
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No con menos trabajo se movía este bisbita…
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… o las avefrías.
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Esta rapaz, un águila culebrera o tal vez una perdicera, aprovechaba las corrientes de aire para ganar altura.
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Algo que también hacían las grullas demostrando que son unas viajeras experimentadas.
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Parece ser que el número de ejemplares que han llegado a esta comarca y en general a Extremadura, es menor que años anteriores.
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Los motivos podrían ser dos, por un lado que las aves hayan retrasado la partida de sus lugares de cría donde el buen tiempo aún les permitía permanecer sin problemas y por otro la sequía que llevamos sufriendo aquí, en los lugares de invernada, durante estos últimos años.
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Sea como sea, hemos de sentirnos afortunados de poder disfrutar del grandioso espectáculo que nos ofrecen las grullas y hacer lo posible para que puedan seguir representándose como viene siendo desde tiempos inmemoriales.
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Salud y hasta siempre.
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Mi cita con las grullas de la Serena.
El Pato malvasía cabeciblanco.
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