Dispuse la tienda de campaña sobre una moqueta multicolor donde destacaban, mezclados como en la paleta de Monet, van Gogh o el mismo da Vinci, una amplia variedad de percepciones ópticas que llegaban a mi cerebro para ser interpretadas y traducidas en igual variedad de colores. Los colores primarios, amarillo, azul y rojo, se mezclaban para dar lugar a un caótico arco iris que parecía haber caído del cielo tras el impacto de una piedra lanzada por algún travieso chiquillo y cuyos trozos se habían esparcido a mi alrededor.