El día se extingue y la noche se adueña del Puerto de Málaga.
Sus históricos edificios, antes iluminados por la luz de la Costa del Sol, ahora parecen descansar en la penumbra.
El agua que se vestía con gasas azul celeste y era caldeada por el calor del día, ahora aparece oscura y tenebrosa.
Pero de pronto, como por arte de esa magia que se respira en Málaga, un duende se ha despertado.
El duende ha cogido pinceles de luz y los moja en el agua del mismo puerto.
Igual que un niño travieso, garabatea sobre las suaves ondulaciones que el mar describe en su constante ir y venir.
Las aguas se tiñen con los colores del arco iris, vistiendo al puerto con faldas que imitan el contoneo de las caderas de la bella mujer malagueña.
Mientras el único faro con nombre femenino, La Farola, me mira de reojo llena de orgullo.
Todo es fiesta, todo es color, todo es belleza.
Málaga se afirma como ya dijo el poeta Salvador Rueda en «Málaga la Bella».
Saludos y hasta siempre.
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La Alcazaba de Málaga parte I y parte II.
Desembocadura del Guadalhorce.
Paseando por Málaga, parte I y Parte II.
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Hola Antonio,
Bonitas y singulares formas y colores que tienen esos reflejos en el agua.
Bonita sesión.
Un abrazo!
Comentario por Rafa — 13 agosto, 2020 @ 11:03