MINI-RELATO FOTOGRÁFICO.
El mar se revolcaba en la arena como un niño pequeño.
La arena recibía sus juegos como una madre afable y condescendiente.
Los pescadores lanzaban sus cañas intentado capturar los brillos del atardecer.
Y fue cuando la luna se asomaba entre el cañaveral, cuando mis ojos la descubrieron.
Era una aparición con cuerpo nebuloso y turbio.
Era un duende que me miraba, me sonreía.
Provocadora me dio la espalda y me invitó a seguirla.
Me acerqué y cuando parecía que mis dedos iban a tocarla, se desvaneció junto al sol, entre las nubes.
Desde ese día vuelvo todas las noches y con la luna como testigo, espero su regreso para pedirle que una su alma a la mía.
Saludos, hasta pronto.
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Lindos paisajes, ojalá la vuelvas a ver. Que romántico eres, yo también tengo mi duende. Abrazos
Comentario por Blanca Rita Arango — 3 noviembre, 2015 @ 22:34