Volvíamos de un placentero paseo donde la dehesa nos había obsequiado con el canto de las torcaces, los mirlos, las cogujadas, las abubillas y otros muchos de sus residentes ¡Cuando de pronto apareció!
Trotaba a través de la estrecha senda con paso decidido, rápido y seguro.
Parecía el alma reencarnada de algún viejo unicornio, o del propio Pegaso.
Iba escoltado por piruétanos en flor, chaparros, alguna que otra esparraguera silvestre e incluso una coqueta flor de jara que quedó hipnotizada a su paso.
Una mansa y apática oveja, al oír su poderoso trote, no dudó en salir a su encuentro.
Al igual que un pequeño conejo de algodón.
El caballo blanco llegó , me miró y se marchó en un suspiro.
Corriendo tras de él también se machó el día.
Se marchó, sí, se marchó pero la noche me devolvió el Alma Blanca de aquella aparición.
¡Hasta siempre!
.
Si quieres ver las fotografías en tamaño mayor, sólo tienes que «pinchar» sobre ellas.
.
Puedes dejar tu opinión en COMENTARIOS, me gustará leerla.
.
PARA VER ESTOS OTROS REPORTAJES «PINCHA» EN EL TÍTULO:
.
Que hermosura, muy lindo el caballo y las fotos me encantan, gracias por compartirlo. Abrazos
Comentario por Blanca Rita Arango — 22 mayo, 2015 @ 22:24